Este 2025 comenzó extraño.
Aunque debo admitir que, económicamente, empezó de manera totalmente diferente al año pasado, personalmente ha sido un inicio caótico. Hay demasiado ruido externo, convirtiendo mi mundo interior en un desorden. Virus flotando en el aire como almas libres han retrasado un arranque que imaginé diferente.
De todas las cosas que me inquietan, el ruido exterior es lo que más me afecta. Ese caos constante tiene el poder de desestabilizar mi creatividad. Me siento atrapado en un laberinto, donde mi musa creativa se escapa como en una película de terror llena de espejos. Me veo reflejado, pero no logro encontrar a ese “yo” creativo que antes me definía.
Es impactante cómo muchos hablan de un 2025 exitoso, pero me pregunto: ¿qué significa realmente el éxito para ellos? ¿Seguir haciendo lo mismo año tras año, ajustando solo algunas tuercas? ¿Eso les hace felices? Yo, sinceramente, no lo sé.
El ruido externo no me deja concentrarme. Leo algunos posts donde aseguran que para recuperar la creatividad basta con leer libros o mirar tendencias en redes sociales. Pero, mientras hago eso, veo personas ganándose aplausos mientras supuestamente “le hablan a Dios”. ¿A quién quieren impresionar, a Dios o a sus seguidores? Veo TikTokers convirtiéndose en “expertos” en temas delicados como migración, personas lucrando por destruir familias. Todo eso genera un ruido tan fuerte que me pregunto: ¿cómo sobrevivimos creativamente en un mundo tan caótico?
Es increíble lo vulnerable que puede ser nuestra creatividad. Se ve violentada por problemas externos, por virus en el aire, por las facturas que llegan sin pausa. Es como si intentaras organizar tu vida, pero mientras arreglas un lado, el otro se desordena sin que te des cuenta.
¿Sabes qué envidio?
Ver a mis hijos. Uno se cree piloto profesional de Fórmula 1 y la otra, una estrella de la música. Corren descalzos, con los pies sucios de tanto jugar por la casa. Cantan como si tuvieran 200 mil personas frente a ellos o lanzan un carro por la escalera como si fuera el Gran Premio de Mónaco. En su mundo no hay límites ni ruidos que opaquen su creatividad.
Este post va dedicado a todas las personas que, como yo, vivimos de nuestra creatividad. A quienes tienen familias que dependen de esa chispa que nos impulsa a idear, a crear, a innovar. Cada centavo que facturamos en nuestras casas es fruto de nuestra capacidad de imaginar soluciones y transformarlas en realidad.
En la vida, cualquier carrera puede aprenderse en una universidad. Puedes ser bueno o malo, pero las teorías están ahí, los libros escritos, las lecciones organizadas. Sin embargo, no existe una universidad para creativos. No hay clínicas que curen la creatividad ni medicamentos que te receten dosis de inspiración. Todo depende de nosotros: de nuestro ánimo, nuestras vivencias, nuestra necesidad de supervivencia.
Cuidado con el ruido. Puede destruir tu herramienta más valiosa: tu creatividad.
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